julio 27, 2024 2:51 am

Puebla Capital, así del precipicio

Esta semana, fue presentado por el IMCO, el índice de competitividad urbana 2023, que da una radiografía precisa de la situación en que se encuentran las ciudades más importantes del país.

El nivel competitivo de una región o país, explica de manera contundente el porqué de la falta de oportunidades y desarrollo, los niveles de seguridad o inseguridad, la llegada o no, de inversiones, la facilidad o no, para emprender y en general, un bueno, malo o regular gobierno.

Los resultados de este año, han sido realmente decepcionantes para la ciudad de Puebla, ya que no solo no mejoró respecto de 2022, sino que se rezagó más, pasando de la posición 15, a la 16.

Salarios bajos, incremento de la inseguridad, informalidad, personas bajo la línea de bienestar, personas ocupadas sin ingresos, son tan solo algunos, de los principales lastres que se siguen acentuando en nuestra capital.

Mismos, que se alinean perfectamente con otros datos, como ser la ciudad adónde se tienen los salarios más bajos para recién egresados de universidad y junto con Tuxtla y Chilpancingo, las capitales con los salarios más bajos para profesionistas y personas ocupadas de tiempo completo.

En menos de 3 años, Puebla capital, pasó del lugar 10 (en la administración de Claudia Rivera), al 16, con Eduardo Rivera, lo que contradice completamente la retórica que no se cansan de repetir infinidad de medios de comunicación y plumas a modo, de que la administración de Claudia Rivera fue peor que la de Eduardo Rivera

No solo la administración de Eduardo Rivera, ha sido sumamente deficiente en solventar las grandes carencias sociales, sino que ha sido incapaz de generar un entorno propicio para generar, atraer y retener talento e inversión con sus respectivas consecuencias.

Encima, la capital se ha convertido en un polvorín, con ejecuciones, levantones y peleas del crimen organizado por doquier.

Y pese a la terrible situación que enfrenta la ciudad, Rivera Pérez, está más concentrado en su ambición de convertirse en Gobernador, que, en hacer de Puebla, la ciudad que prometió.

Salvo honrosísimas excepciones, como Alejandro Cañedo, sus funcionarios de primer nivel, han transitado con mucha más pena que gloria, siendo grises, opacos, ausentes e ineficientes en sus respectivas carteras.

Sostenidos más, por zalameros y la fuerza de sus apellidos dentro de ese grupúsculo que controla al PAN en Puebla, que por los resultados que le entregan a los ciudadanos.

Puebla capital carece de estrategia y se guía únicamente por acciones de autoridad y ocurrencias de sus funcionarios.

Puebla no es ni está en el camino de ser una ciudad innovadora, de oportunidades ni mucho menos, protagonista de nada relevante.

Es una ciudad que sigue obcecada más, con lo que cree tener, que en definir lo que sabe o debería saber hacer.

Puebla no es más una ciudad receptora de talento, sino expulsora.

Porque el talento solo se atrae y retiene con salarios competitivos y desarrollo, cosas que no existe en Puebla.

Puebla no es una ciudad creativa ni creadora, sino solo una, que sueña y aspira, pero que poco genera.

Puebla es una ciudad que dice mucho, pero hace poco, es decir, fantocha.

Eduardo Rivera, es un alcalde carismático, pero con muchos pretextos y pocas ideas.

Es un alcalde que prometió de más y hoy, que está por separarse de su cargo para ir a buscar la gubernatura, entrega una ciudad de mucho menos.

Recibió a la capital en el top 10 de ciudades más competitivas y la entrega en el 16.

Recibió una ciudad sin deuda y la entrega endeudada.

Recibió una ciudad con índices de seguridad aceptables y la entrega convertida en santuario de las mafias.

Y aun así, Eduardo Rivera, se va, creyendo que ha hecho un gran trabajo y que en consecuencia, merece ser Gobernador.

Pero no, los datos no mienten, sus 2 administraciones han sido mediocres, una la navegó como víctima y se la compraron, la última la ha navegado a golpe de saliva y buena ondita, pero tarde que temprano, la realidad siempre nos alcanza.

Y a él, está por tragárselo.

Nos vemos cuando nos leamos.