Desde hace mucho, Puebla ha caído en una espiral descendente a nivel económico, impactando de manera directa, el nivel de vida de sus habitantes.
Empleos híper precarizados, empresas medio sobreviviendo, jóvenes sin oportunidades, el campo produciendo pobreza a pesar de su valor fundamental en nuestra propia vida, etc. Etc.
No obstante e independientemente de los gobiernos en turno, jamás se ha priorizado el diseño y ejecución de planes estratégicos, que conduzcan nuestras actividades económicas hacia un mejor destino y en consecuencia, se generen entornos de bienestar para el conjunto de los ciudadanos.
Puebla sigue anclada de manera romántica a un sector, que si bien es muy importante (automotriz), en Puebla, desarrolla solo actividades de bajo valor agregado y que están muy lejos ya, de impactar de manera sobresaliente en el nivel de vida de quienes se emplean del mismo.
En el caso de los servicios, la tendencia ha seguido siendo celebrar la llegada de más y más franquicias o apertura de nuevos restaurantes, hoteles, moteles y demás, que si bien, generan empleos, estos también suelen ser los más precarios, porque en un altísimo porcentaje, son empleos informales, dentro de la “formalidad”, ya que el personal, carece de las prestaciones básicas y ni qué decir de la seguridad social necesaria.
Lo que sí ha abundado en Puebla, es el auge del sector inmobiliario, de manera más que sospechosa: edificios corporativos, plazas comerciales, fraccionamientos de vivienda de todo nivel etc. Que no hacen match, ni con la realidad económica, ni con la demanda del mercado.
Basta con caminar en diversas plazas de la zona de Angelópolis y sus alrededores, para ver la cantidad de espacios vacíos que existen, en algunos casos, inmuebles casi fantasmales, más apropiados hoy, para buscar actividad paranormal, que alguna actividad económica.
El verdadero problema, radica en la incapacidad auto-infligida de parte de los actores políticos, que celebran como logro suyo, la dinámica económica natural del estado, por negativa que sea, si al fin y al cabo, esta, les genera fotos para el anecdotario.
Soñamos con ser un hub de electromovilidad, si ni siquiera tenemos lo más importante; capital humano altamente cualificado y menos, una política pública seria, para comenzar a desarrollarlo.
Hablamos de emprendimiento, sin siquiera entender la raíz de la dificultad para emprender.
Aspiramos a competirle a entidades como Jalisco o Nuevo León para atraer a las empresas más innovadoras, cuando ni siquiera tenemos claro, qué demandan estas y qué tenemos a ciencia cierta para ofrecer. Ya no basta hablar de nuestra magnifica ubicación o mano de obra, porque ni una ni otra, están ya, a la altura real de las necesidades de un mercado tan especializado.
Creemos que basta con una expos o fertilizante para realmente impulsar al campo, cuando de lo que realmente adolecemos, es del mejor conocimiento y tecnología aplicable al mismo.
Presumimos a una entidad “segura”, en la que se han hecho normal todo tipo de crímenes que pareciera, salen de una película GORE.
Y encima de todo lo anterior, nuestros gobernantes, salen a decir que Puebla es o será el “asiento de los negocios de México”, cuando en realidad, no saben, ni qué sucede en el mundo más allá de las fronteras de sus propias narices.
El desarrollo económico y por consecuencia, bienestar social, no se generan a golpe de fe y voluntad, sino del saber y sobre todo, saber y querer hacer.
Es tiempo, de que en Puebla se defina el presente y futuro de manera estratégica, tomando las decisiones políticas necesarias, para que una gran visión a mediano y largo plazo, sean posibles.
Puebla tiene un conjunto de circunstancias favorables, cierto, pero por sí mismas, sin la articulación necesaria, no generan cosa alguna.
Puebla debe decidir y pronto, si quiere ser siendo la reina de las manufacturas de bajo valor agregado o de una vez por todas, nos decidimos a convertirnos en la casa de la MENTE-FACTURA.
Al fin y al cabo, que edificios corporativos, sobran…
Nos vemos, cuando nos leamos.