En mi vida de mafioso he tomado cientos de tazas de café con infinidad de mujeres.
Mi abuela me daba traguitos de café cuando era niño.
Una mujer solía leerme el futuro en los asientos del café, confieso que adivinó, en gran parte, lo que ese día me sucedería: Extorsioné a un maldito político; follé con una secretaria pelirroja en los baños del Congreso del estado; y la maña me buscó para entregarme un enorme sobre amarillo.
Fue con una taza de café que seduje a mi inolvidable Lolita en una cafetería de la 43.
Con una taza de café despedí a uno de mis enemigos en un funeral en Sicilia.
He cerrado negocios con una taza de café.
He seducido amores y también he armado complots.
Un día no supe que hacer cuando una mujer me invitó un café y un cigarro.
Por las mañanas bebo café.
En lo general me ha ido bien con el café.
Lo anterior porque CR ha emprendido una campaña de reconciliación política con sus detractores y les ha invitado “un cafecito”, sí, al estilo de Doña Florinda y del Profesor Jirafales. Solo que acá las reacciones han sido distintas.
¿Qué contendrá el café de CR que todos le han hecho fuchi?
¿Tendrá alguna fórmula secreta preparada por el gurú?
¿Tendrá polvos mágicos de esos que le gustan al diputado HARINA?
¿Tendrá canela o tendrá huevos?
Vaya incógnita, lo cierto es que todos han salido a vomitar y eructar, sin haberlo probado.
Sería interesante ver a La Salomón tomar café con CR.
Mejor aún, ver a Siniestro echarse un cafecito con CR.
O ver llegar a CR a la marranera con su café de olla y sus panes de Zacatlán para tomarse un cafecito con Don M.
Hay quienes dicen que Don M, La Salomón y Siniestro, nunca tomarán ese cafecito.
Pero en esta vida nunca se debe decir nunca.
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Columna ficción