Décadas de sobreexplotación de la tierra y el agua están haciendo peligrar a los ecosistemas y con ello la viabilidad de nuestras sociedades. La realidad exige que se abandone la economía basada en el petróleo. Tomemos nosotros las decisiones, u otros lo harán por nosotros.
La fuerte sequía que está padeciendo Europa Occidental ha comenzado a dejar expuestos lechos de ríos y lagos que en su interior custodian unos objetos muy especiales: las llamadas “piedras del hambre”, que son inscripciones talladas durante la Edad Media para señalar niveles inusualmente bajos de agua que pueden provocar sequía. “Si me ves llora” es el mensaje en alemán que aparece inscrito en estas rocas, presagiando hambre y sufrimiento.
Esta situación evidencia un problema grave: los recursos naturales sobre los que está cimentada la economía global están alcanzando su límite; décadas de sobreexplotación de la tierra y el agua están haciendo peligrar los ecosistemas y con ello la viabilidad de nuestras sociedades.
Aun teniendo el colapso frente a sus ojos, los Estados Unidos y Europa vienen demostrando en los últimos meses que harán lo que sea necesario a fin de mantener el consumo desmedido que está destruyendo rápidamente nuestro planeta y que amenaza con hacer sufrir a millones de personas.
Muestra de ello es que, según los datos del Fondo Monetario Internacional, después de la disminución más grande de emisiones de CO2 de la historia ocasionado por el confinamiento por la pandemia, para 2021 no solo se volvió al nivel previo, sino que se multiplicaron las emisiones hasta en 200% en algunos sectores. La economía global no aprendió ninguna lección de la dolorosa prueba que nos puso la COVID-19.
Ante el hecho evidente de que no podemos crear agua, petróleo, litio o carbón de la nada, y que por lo tanto existe un límite en lo que podemos consumir y desperdiciar, debemos dejar de pensar que un avance tecnológico milagroso nos va a salvar, y necesitamos movilizarnos para que se tomen decisiones políticas desde ahora para proteger a las personas y que la transición a una nueva economía sea más llevadera.
En nuestra América, debemos actuar con firmeza y defender el derecho a decidir sobre nuestros recursos naturales. Debemos apoyar cualquier esfuerzo por regular o nacionalizar la explotación de cualquier recurso natural no renovable.